CESAR CHIRINOS
Es uno de los escritores venezolanos que nos presenta a través de su obra, como el hombre ha logrado hacer del lenguaje, el mas versatil de los constructos comunicacionales del habla, en particular del habla venezolana y maracuhca
Con su escritura ha sabido hacer registro de la jerga, de los modismos, de los giros constructivos del lenguaje oral. Ha sabido representar las formas expresivas informales del habla y las ha eternizado en la escritura.
Dirían los puristas "son barbarismos", o en la menor de las alarmas pudieran expresar " que diran mis amistades si leen esto", pero lo cierto es que estamos ante un autor que ha sabido adentrarse en la psiquis de la comunicación, y desde sus formas ha logrado expresar como se expresa la gente corriente, autentica, de la calle.
Su lectura es un reto para los lectores, la cual exige atención, pero sobretodo un pacto, ese pacto intimo que asumimos cuando asistimos a una obra maestra y es compromiso nuerstro como lectores atrevernos a descifrarla, esta lectura no complace a nadie, no es la intensión del autor en ningún momento ser aceptado, no escribe para un público selecto.
El es la voz de los despojados de alma escritural. Es la voz de los ebrios, de los marchantes, los buhoneros, camioneros, boxeadores, borrachos, prostitutas, de los cocineros, taxistas, amas de casa, fumadores, anarquistas, perversos, sacrilicos, beatos. De los olvidados.
Nació en Coro, estado Falcón, en 1935. Desde hace muchos años radicado en Maracaibo estado Zulia ha convertido su condición de origen es Falconiano -Zuliano. Ha publicado una obra reconocida
en el campo de la dramaturgia y la narrativa. Entre sus novelas destacan
Mezclaje , que obtuvo el premio Fundarte de novela en 1985; Sombrasnadamás (1992); Pellizco en la piel de un puerto (1994), y Si muero en la carretera no me pongan flores (Premio de la Dirección de Cultura de La Universidad del Zulia en 1997). Su exitosa obra de teatro Traje de etiqueta,
montada por el grupo Sociedad Dramática de Maracaibo, asistió con
notable éxito al Festival Internacional de Caracas en 1983 y al Festival
de Guanajuato en México, 1984. Su más reciente obra, publicada por
Monte Ávila Editores en la colección Continentes, lleva por título De las mías de mío caribe (2005).
"Capítulo Tejido" es un album fotográfico de su ars poética
Cesar Chirinos
A las 5 de la mañana un aroma de horno
(Pedro Díaz abierto como un “paraguachín”). A las 5 y media una sirena
en las nubes (la “Cervecería Zulia” llama al trabajo y al mismo tiempo a
los colegiales para que se deslagañen). A un cuarto para las seis el
locutor hablando con los habitantes de Santa Rosa de Agua para que no se
les vaya el agua. A diez para las seis, la cañada otra vez en navidad:
las Rita, las Aura, las Consuelo, las Ernestina, las Victoria y las
Estrella (en cayapa) la están aseando de cara. A esa misma hora, la
curvina, la lisa, el róbalo y el armadillo en la puerta. A las 7 el
periódico (noqueado el abuelo Lumumba, las mujeres de Manzanillo buscan
prestada una casa para “oficiarle” la “última noche” a Julio Jaramillo,
muerto ayer. Dejó 26 hijos, ninguno es cantante, ninguno es artista). A
las mismas 7, asalto a un camión blindado en el Tigre (Radio
Calendario). A las 7 y veinte (si por casualidad lloviera a esa hora,
como suele suceder) Dédalo, el hijo de Eulalia, estaría cogiendo las
dádivas de Dios traídas por la corriente de la cañada (pedazos
de colchones, mitades de radios, puertas de neveras, zapatos, etcétera
que llega hasta la mina de metales preciosos descubierta cuando cae un
aguacero). 7,15: el poeta sale para sus clases de latín en el
Coquivacoa. Las ocho: los hijos de Misleydy se están explicando (cada
uno en su versión) cómo fue la derrota del gallo que compraron en “vaca”
por 120 bolivares. Las ocho: Guillermo Barrera (el locutor) leyendo los
versos de Vargas Vila. Seguidamente, el mismo locutor poniendo “Puerto
Cabello” y recordando un aniversario más del “Bolerista de América”. A
las 8 y media, escribo el poema a las “caminadoras”, del que hablamos
antes; en él las mujeres pintarrajeadas y trajeadas con zaraza de turco
con pasaporte de libanés, aparecen contra miaos, sobre miaos, compañera
mía, navegando en falso por hotel portuario. Las 10: el medidor de la
luz, la camioneta del gas con su campanita, el viejito Salvador quien
regresa del viaje de la compra del pan y se ha quedado varado esperando
el viejito de los billetes de lotería, quien espera por el viejito
Candelario. Ahí caerá también el viejito Aniceto, y más tarde, el
viejito Socorrito. Distintas áreas pero una sola raíz: ya están
asimilados a la cañada, tienen los mismos gustos, son crecidos
al mismo tamaño, hablan las mismas palabras, calzan el mismo número,
tienen la misma talla. Todo lo repiten y todo lo copian. Desde aquí se
les oye su queja por las dos derrotas de los viejitos boxeadores.
Socorrito compara a Lumumba con Sandy Sandle y Aniceto a Clay con el
bombardero de Detroit. Salvador tiene un hijo periodista y es probable
que lo que se le está oyendo (desde aquí) de Julio Jaramillo y sus 20 y
pico de hijos y la casa prestada de las mujeres del Manzanillo, le cogió
del periódico donde trabaja su hijo. A un perro llamado Kiko, Brancusi
lo ha confundido con una perra llamada Kika y lo está montando, pero eso
para Kiko y Brancusi es sólo un juego. A estas horas se sabe que es día
de labores, no por el fogueo y las actividades, sudadas, violentas,
llenas de vulgaridades, sino porque el inmigrante, conocido desde ayer
nomás, está saliendo de su mediagua con sus mecates terciados en el
pescuezo; él estudió en el INCE nudos de camión y por ese nombre se le
conoce; habla de tú y “Vale” y fuma de una manera peculiar. Le siguen el
“cólico miserere” de Misleydy y el camión de volteo de Asdrúbal
haciendo de ambulancia directo al Urquinaona. A las 11 le roban a
Eulalia el “picó” y sale en el periódico declarando y por la radio
hablando. Eulalia le dice a Guillermo Barrera que a ella le gustan las
desgracias porque así sale retratada en el Panorama. Doce del mediodía:
“la danza de las horas” (“llevo los sacacaldos, los vasos de cama, las
peinetas, los haraganes, los lampazos. Llevo los jojotos, llevo las
papas, llevo la cebolla, llevo las patillas, llevo los mangos, llevo los
aguacates, llevo la yuca, llevo ¡el sol que jode! Forro colchones,
corto matas, limpio techo, tumbo paredes, pongo ampolletas, saco la
pava, meto la pava.
Juega para hoy, sietemilcuatrocieeentosuno, el
millonario navideño!”). “La danza de las horas”: la campanita “Efe”. El
burro del cepillaero templado y el glamour de los mocosos del beisbol de
tapas de refrescos. El mismo burro enfriado a fuerza de paja (paja
seca, se entiende). Están llamando a Eulalia para que sostenga a uno de
los muchachos que no se quiere dejar poner una ampolleta en la nalga
(“mijita, a ver si Dios quiere que se le quite esa tos de cajón que le
ha caído”). Entre la discusión de la muerte del gallo y los versos de
Vargas Vila, el diccionario para darle respuesta a Misleydy sobre si es o
no “mala palabra” la palabra pene. Misleydy oyó decir en la última
noche del cantante: “para que el alma de Julio Jaramillo no pene más”.
Entre el diccionario y los versos, la gaita, la salsa, la fiesta de la
calle Delgado:
San Benito lo que quiere que lo bailen las mujeres
San Benito lo que quiere que lo bailen las mujeres
San Benito lo que quiere que lo bailen las mujeres
Decimos que es día de trabajo y no nos equivocamos: si fuera domingo,
todo este zoológico cambiaría por las mujeres de belleza extraña que
nos reparten a Dios (un pedacito para cada uno) de casa en casa. Ya no
las deseamos como la primera vez, las vemos como la serpiente que nos
recetan, la de un paraíso corrompido y sádico, la biblia de sus
designios malsanos, una biblia dentro de otra biblia. Tememos que en
verdad sea carne desnuda diabólica y nos entra la curiosidad de
descubrirla. Entre la llegada del turco del mentol y mi poema a las
“caminadoras”, hay un vaso repleto de “Cadillo e perro” ingerido con
deleite. La segunda biblia sólo es santa para calcular y seleccionar a
los fulanos, zutanos, menganos y perencejos, a quienes corresponden los
Adán, las Eva, los Elohim, los Edén, los querubines y las serpientes.
Cuando ya los han asignado convenientemente, que las mujeres vírgenes de
piel de hicaco se deshacen en entusiasmos porque creen haber inculcado
sus mensajes, cuando, en realidad, es una sombra de entusiasmo pasajero,
ellos toman la serpiente o la parábola de ella para jugar y apostar. El
simple hecho de cambiar serpiente por culebra los hace competidores.
Entre salir las mujeres descalzas en busca de camaradería y el “Cadillo e
perro”, tenemos una llamada de larga distancia en la panadería. Entre
el San Benito que quiere que lo bailen las mujeres y quedar mi novela en
blanco, el San Benito bonchón, bañado con ron, sacrificado con ron,
danzado con ron, gritando con ron. El patrono necesita de la voz de la
sangre, no de la voz de la conciencia. La llamada es para otro escritor o
para otro hombre, pues fue pedida por mí hace siglos, cuando estuve
hecho un ovillo con un mismo tiempo para estar en todas partHes y en
ninguna. Asumía las estaciones sombrías con sustancias corrosivas. Ahora
no, ahora hiedo ortodoxamente a colapso. Me acuerdo de la parte del
cuerpo de Lenin, del estudio de las cosas y de la parte del cuerpo de
Mao, del proceso y desarraigo de las contradicciones. Debí pensar en
Descartes y, antes, en mi participación, mitad activa, mitad pasiva.
Vuelve la rifera y su combo trayendo el 15, vuelve el hijo de
Socorrito con los mismos datos para el 5 y 6. Vuelvo hacer el numerito
de leer “El Inmoralista” en acecho, a Kafka como pato a la naranja, a
Arrabal, intrépido del aire y Manhattan Transfer con Bud doblando el
periódico cuidadosamente, aburrido, en silla de barbería, amarrado al
cajón del limpiabotas. Vuelve el correo a decirme en una carta que la
civilización antigua todavía existe. Los vecinos vuelven a tocar la
puerta para decirnos: “¿dónde estaban anoche que no los sentimos?”. Se
nos muere Brancusi y lo sentimos durante el tiempo que pasamos
llevándolo a los sepultureros negros que vuelan. Empiezo el poema que yo
me había imaginado dedicado a las “caminadoras” y que ahora toma cuerpo
de Diciembre, donde parece que empiezan todas las cosas y terminan
todas las cosas, donde parece que se aterriza y donde parece que se
despega, donde parece que morímos y parece que renacemos.
Cuando vuelvo mis pasos
meo la semilla
Germina entonces
la estatua que contemplo.
Del libro: Si muero en la carretera no me pongan flores (Fundarte, 1981)
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