miércoles, 5 de febrero de 2020

Aquiles Nazoa. Los Apagones


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Los Apagones 
                                                      Aquiles Nazoa


Hoy quiero, en un galerón,  
relatarles lo que pasa
cada vez que en una casa
se produce un apagón.

La primera precaución
es ver si hay luz en la calle,
y observado ese detalle
lo segundo es dar un grito
diciéndole al muchachito
que se acueste y que se calle.



Y aquí comienza un trajín
de policíaca novela
por encontrar una vela
que nadie encuentra por fin.

-¡Voy por ella al botiquín!,
dice usted desafiador,
y sale con tal furor
que en su ceguedad de fiera
no ve que al pasar lo espera
la pata de un mecedor.




-¿Qué te sucede, Gaspar?
...(Un pugido es la respuesta).

-¿Qué te sucede? ¡Contesta!,
le vuelven a preguntar.

Y entonces, vuelto un jaguar,
un caimán, un jabalí,
responde usted:- ¡Me caí!,
y añade luego despacio
lo que por falta de espacio
no consignamos aquí.





En tan triste situación
oye usted que alguien revela:
-¿Qué estas buscando? ¿La vela?
Pues yo la vi en el fogón...

Como en una procesión
el viejo, el grande, el chiquito,
corren al sitio descrito
y en jubilosa algarada
sacan la vela pegada
del fondo de un perolito.




Ya puesta en el comedor
o en algún cuarto la vela,
lo que sigue es una pela
de las de marca mayor.

Pues el niño un tenedor
pone en ella a calentar,
simulando no escuchar
la voz que dice impaciente:

-Deje la vela, Vicente,
porque lo voy a pelar...





Cesa al fin el apagón
y al prenderse los bombillos,
un ¡viva! dan los chiquillos
(y algún que otro grandulón...)

Y usted, que aunque cuarentón
es ingenuo todavía,
mientras acuesta a la cría
le adelanta a su mujer:

-¡Mañana al amanecer
demando a la compañía!




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