sábado, 31 de enero de 2015

SELECCIÓN DE CUENTOS DE WILFREDO MACHADO

FOTO: ENRIQUE HERNÁNDEZ DE JÉSUS

WILFREDO MACHADO*
LARA (1956)

SELECCIÓN DE CUENTOS


LA INVENCIÓN DEL FUEGO
      En el sueño la mujer entró en el vagón y vino a sentarse justo a su lado. A esa hora la estación del metro estaba vacía. Los trenes viajaban  a gran velocidad. No daba ni siquiera tiempo de leer los carteles que desaparecían como manchas brillantes sobre el muro y que quedaban atrás sumidos en la oscuridad de los túneles. Recordó que la mujer olía al humo de mil bares y al deseo de tantas preguntas sin respuesta que se habían quedado flotando en el aire turbio del salón bajo la música de la orquesta. Corazón de sombra. Pensó que era un buen título para un bolero.
—¿Qué estación es ésta? —, preguntó con cierta urgencia, como si de ello dependiera su vida.
—No sé—, respondió. Es difícil reconocer las estaciones a esta hora.
—¿Para dónde vas?—
 —Dos caminos—
—¡Ah, eres de los indecisos!—, dijo con cierta ironía.
Fue en ese preciso momento que sacó un un cigarrillo de su bolso y le pidió fuego.
—Yo no fumo—, respondió cortésmente.
Entonces, acercándose, le susurró casi al oído ¿por qué ese gran incendio sobre tu cama?
Cuando despertó, el apartamento ardía en llamas. Apenas tuvo tiempo de huir escaleras abajo para salvar la vida. Por instrucciones del Cuerpo de Bomberos todos los inquilinos debieron abandonar el edificio  esa misma noche. Su corazón, su vida, sus huesos olían a humo. Se sentó en la acera a observar como las llamas iban desapareciendo entre los escombros. No había nada que hacer. Cuando más tarde tomó el metro —casi al amanecer, entre obreros de la construcción y estudiantes somnolientos—, la mujer todavía estaba allí, en el mismo vagón, aguardándolo. El cigarrillo apagado colgando entre los labios.  



MAGO
El niño con el pote de pega cruzaba la calle, somnoliento, cuando un autobús lo embistió con violencia, dejándolo muerto sobre la acera. Todos quedaron conmovidos frente al cadáver del infante. Nadie supo de dónde salió el mago, quien cubrió el cuerpecito con una sábana blanca. El mago comenzó a realizar una serie de pases mágicos sobre la sábana que brillaba bajo el sol. Un grupo enfurecido de los que allí estaba se acercó al mago e, insultándolo, lo golpeó con violencia. “Qué te has creído” ¡Cabrón! “¿No respetas el dolor de la gente?” El mago desapareció del lugar antes de ser linchado. Cuando al fin llegaron los paramédicos en una ambulancia, levantaron la sábana con cuidado. Algunos curiosos que llegaron tarde sólo vieron la bandada de palomas que elevaba su vuelo desde la sábana manchada de sangre hacia los edificios grises. Todos aplaudían con lágrimas en los ojos.





FÁBULA DEL UNICORNIO


Cuando Noé vio el cuerno que sobresalía de la espesa crin en la frente, no dudó ni un instante sobre la identidad del animal que pedía humildemente ser aceptado en el Arca ante la inminencia del Diluvio.
Jamás había visto a un unicornio, pero los libros antiguos lo describían como un animal más bien pequeño, semejante a una cabra y de carácter huidizo; con un largo cuerno rematado en una afilada punta, parecido a ciertas especies de caracol no muy abundantes en estos días.
Cuenta la tradición que, finalizado el Diluvio y agotados los pájaros para ir y venir a través de la tormenta y de la noche, Noé envió al unicornio a comprobar si había bajado el nivel de las aguas. El unicornio se arrojó a la oscuridad y al tocar el líquido comenzó a hundirse. Ante la cercanía de la muerte rogó a un dios por su vida. Este lo transformó en un narval, dejándolo conservar sólo el cuerno como memoria de un pasado que desaparecía en el océano del tiempo.
En las noches claras, cuando el viento rompe el crepúsculo del agua en ondas oscuras, añora galopar bajo el vientre de una doncella desnuda como la luna como una pecera de fondo.
A veces atraviesa a algunos bañistas con su afilado cuerno buscando a Noé desde tiempos remotos.






EL AMOR DE LAS SIRENAS

Una de las sirenas había seguido al Arca durante varios días a través de un mar tempestuoso que prometía echar a pique la frágil embarcación a la menor falsa maniobra. A veces perdía el rastro, para luego, más adelante, encontrarlo en algún pez muerto que devoraba con fruición de un solo bocado, o en el vuelo lejano de un grupo de gaviotas que acompañaba al Arca en su ruta desconocida. Ella pensó que era como una cáscara de nuez a la deriva, o una tortuga flotando muerta o dormida en el océano.
La noche de la tormenta, al noveno día, Noé pensaba en la sirena mientras finalizaba sus notas. Recordaba los ojos huidizos que comenzaban en aquel momento a hundirse en el agua y que sabía perdidos para siempre. La memoria era un débil coleóptero sobrevolando la escasa luz del candil, una máscara gastada por el tiempo y arrojada a la calle. Recordó como en un sueño un grupo de mujeres vendidas en una subasta pública la noche del gran incendio de Alejandría. Recordó a otras que había poseído en la intimidad de una alcoba a las orillas del Tana, a otras que nunca conocería, porque sus días estaban contados como las estrellas del cielo.
Lo último que sintió al apagarse el candil y ser arrastrado por la tormenta al fondo del agua, fue la mirada más triste del mundo a su lado, la cabellera de algas verdinegras, las manos húmedas que lo desnudaban en el silencio de las profundidades y unos diminutos dientes de pez que comenzaban a devorarlo despacio, casi amorosamente




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*Wilfredo Machado

 

Narrador, y compilador, nacido en Barquisimeto, estado Lara, 1956. Estudió Letras en la Universidad de Los Andes (ULA) y en 1993 realizó estudios en la ciudad de Nueva York. Sus comienzos literarios están vinculados al Taller Autónomo de Literatura (TAL) en la ciudad de Mérida en el que participó a finales de los años sesenta.
Ha combinado su labor literaria con importantes cargos públicos que le han permitido difundir y promover la literatura venezolana: en 1988 fue coordinador de talleres literarios del departamento de producción de Fundarte; entre 1990 y 1992, coordinó el Programa de Talleres de Literatura de la Dirección General Sectorial de Literatura del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC); también fue Coordinador de Relaciones Institucionales de la Fundación Kuai-mare del Libro Venezolano, entre el 2000 y el 2002; Gerente Editorial de Monte Ávila Editores, 1996-1999. Se desempeñó como Agregado Cultural de la República Bolivariana de Venezuela en Brasil.
Su narrativa, de corte fantástica, se desarrolla en cuentos breves que conjugan el humor, la sorpresa y la picardía. Además de sus libros, muchos de sus relatos están recogidos en antologías nacionales e internacionales

Premios
Primer Premio XLI Concurso de Cuentos de El Nacional, 1986, por “Contracuerpo”. Mención de honor en XLII Concurso de Cuentos de El Nacional, 1989. Segundo Premio del Concurso Literario Narrativa Breve, Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), Embajada de España, 1992. Premio Municipal de Narrativa del Distrito Federal, mención Cuento, 1995 por Libro de animales. Primer Premio Fundación para la Cultura Urbana, 2003, por Poética del Humo. Beca “Julio Garmendia”, Centro Nacional del Libro, 2003. Premio Ministerio de la Cultura, 2010, por Diario de la gentepájaro.
Obra
Cuento
Contracuerpo. Caracas: Fundarte, 1988. Fábula y muerte del ángel. Maracaibo: Dharma, 1991. Manuscrito. Caracas: Ananda, 1994. Libro de Animales. Caracas: Monte Ávila Editores, 1994 [Coedición Alfadil-CENAL (Prólogo de Salvador Garmendia), 2003]. Wilfredo Machado. Martes de Narrativa. Caracas: Fundación Espacios Unión/Banco Unión (Cuadernillo No 41), 2000. Poética del Humo. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2003.


Novela
Diario de la gentepájaro. Caracas: Fundación Editorial El perro y la rana, 2008.


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