miércoles, 9 de septiembre de 2015

Álcalis una ciudad con nombre de mujer









Álcalis una ciudad con nombre de mujer


“Como me gusta complicar a mis amigos, los vivo nombrando
El diablo no me va a llevar a mi sólo”
Víctor Valera Mora


En Álcalis (2006) la ciudad es bohemia, nocturnidad, melancolía y llanto. Es el sueño que oculto en la faena de obreros, motorizados, secretarias, maestras y asalariados  estalla en la noche, en rededor de un universo que construyen espíritus salidos de callejones, bares y plazas públicas. Es lamento, guaguancó, rockola vibrante, trago recién bebido. La ciudad es neblina de madrugada,  velo del amor, la promiscuidad y la lujuria.

La ciudad es una chica que insiste en que te quedes y la bailes. Es la resistencia a una cultura feligresa de una Iglesia Mayor, desde bares y prostíbulos que adornan una paupérrima avenida. Para ello hay pista, tumbadora y una procesión de callejones que entre bailes de salsa reafirman la vida de los ciudadanos.

William Torrealba (1959) es trovador,  salsero, melómano y sibarita. Hizo su aparición editorial en la antología Ciudad satélite de Caricuao (1985)  propuesta que sumó la voz de poetas del suroeste caraqueño. Con Álcalis resultó ganador del Certamen Mayor de las Artes y Las Letras “Cada día un libro”, publicado por el Ministerio de La Cultura (2006). Luego participó en antologías como:  70 poetas en Solidaridad con Irak, El Líbano y Palestina y Esa Bolera es nuestra. Alto Aliento y Después de la Noche, son dos libros inéditos que pronto verán la luz.

Poeta, Docente y Licenciado en Educación con Post grado en Literatura Venezolana. Participó en el Festival de Poesía de La Habana y en diversas ediciones del Festival Mundial de Poesía de Venezuela.

Italo Calvino en Las ciudades invisibles, describe desde múltiples mujeres una ciudad infinita  y William Torrealba, hace de Álcalis la mujer como ciudad multiplicada en si misma, en avenidas, calles, plazas, que se redimensiona al abordar el amor, la sexualidad, la sensualidad, la existencia, la vida misma.

Álcalis es la dama que nace cada día en el regazo del poeta. Pudo nacer en Caricuao, El Valle, La Pastora o en un callejón de San José, dentro de un Jepp escalando los cerros de La Vega o Carapita. Álcalis tiene las batatas gordas, es de rasgos  Caribe,  morena, de cabello largo y baila con pasión. Con amor desbordado se entrega para hacer de las primeras horas del día, continuidad del baile y el beso madrugador.

Mujer pródiga, grande, el poeta sueña a Álcalis  vestida de novia, o corriendo desnuda en una playa. Se ve con ella atravesando la ciudad de humo, la ciudad metralla. Imagina que lo lee, que duerme con él, que se beben el uno al otro.

Luego del intento de muchos libros, Álcalis es el caleidoscopio que dibuja la visión de la nocturnidad caraqueña y sus bemoles. Fragmento del “Callejón de la puñalada” y muchos de sus personajes. Canto al sueño primitivo del deseo carnal, al deseo hecho ruego,  suplica que se concentra en la ciudad ideal del poeta

“Sé que hay otros reinos
pero en éste
de la ciudad mía habitas tú”[1]

Este libro transcurre en la noche, inmerso en los suburbios de una ciudad que se abre a los cantos de la bohemia, a la danza Caribe de la salsa, al canto de Areta Franklin, al trino de un Saxo en medio del bulevar. El poeta  traza un mapa en el que incluye  la  avenida  Lecuna, la Baralt, la Solano y la  Plaza Oleary  como centro de la metrópolis donde los bares son el espacio para la recreación y el gozo:

“La noche es una ciudad perdida
En faros y neones muertos”[2]


           “En solano cantan las latas
            Y a tientas se arrastran los ebrios
          Brotes fugaces de melodía
          Vapor
          Oscuridad y abismo”[3]

En el poema Callejón, le rinde tributo a la noche, a los símbolos anónimos de una época signada por la bohemia y al "Callejón de la Puñalada", lugar de poetas,  teatreros, pintores, músicos y artesanos, que se congregan a celebrar el encuentro con los significantes de una época.

El poeta carga con una generación en su inconsciente, Víctor “El chino” Valera Mora, el poeta Acevedo, Angel Malavé, Nomar Oporte, Andrés Mejía, Hermes Vargas, Rosa Anka, Gabriel Jiménez Emán, Eleazar León, William Osuna, todos ellos, poetas, libreros, bohemios, bebedores, que dibujaron una época de esta ciudad y de este territorio, habitan el sueño del poeta, donde la noche es una eternidad y el día una suerte de encantamiento que pocos vivian despiertos.

“a veces es como de día
En esa calle”[4]

Pero William Torrealba evoca al “Callejón de la puñalada”, nombrando a héroes invisibles. Felipe, Antonio, Elena, Erick, que deambulan cual espíritus en pena, escribiendo una historia con el hígado, las lágrimas, la ilusión añeja. Cada noche su presencia va adornando los rescoldos de este brazo del bulevar de sabana grande, torrente sanguíneo de la ciudad de caracas.

“entonces
unos cantan su mejor
canción
leen su mejor poema
otros permanecen callados
-la mejor arma-”[5]

El poeta canta a múltiples mujeres: Claudia, Eneida, Beatriz, Alix. Las celebra, las posee, las observa. Pero es Álcalis quien logra seducirlo, robarle el corazón, enloquecerlo. Álcalis es la belleza y el misterio de la mujer y a su vez es la belleza y el misterio de la ciudad.

Toda la ciudad sucede en Álcalis, para el poeta todo lo que representa la historia,  la crónica, la bohemia, está dentro de ella. Álcalis es una ciudad andante. Se adentra en ella, en sus sueños para cantarle, para celebrarla, para hacerla suya:

“Y si algún verso de Verlaine te hace llorar
Dile que yo te vi primero
                                   que develé tu belleza un día
Que me adentré en tus sueños
                                   con el privilegio de los versos”[6]

Quedan a disposición del lector veinte poemas que cantan a una Caracas nocturna y bohemia; cantan a la memoria, pasión y al baile. Al paisaje y los signos de una historia reciente de la ciudad y la noche.









[1] ALCALIS Pg
[2] BARALT. Pg 21
[3] SOLANO. Pg 26
[4] CALLEJÓN. Pg 38
[5] Ibidem
[6] ALCALIS. Pg 16







1 comentario:

  1. Excelente reseña, alienta al lector de poesía a entrar en estos callejones donde los poetas se difuminan en viejas arquitecturas, alienta al lector a entrar y sentarse en la barra del bar, pedir una cerveza y escuchar que dice la noche. Celebro el poemario como crónica de lo cotidiano, de la Caracas que fue, de la Caracas que es y de lo0s extintos ciudadanos que por allí transitaron, saludo la pluma de José Javier, que invita magistralmente a la lectura,

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