jueves, 4 de diciembre de 2014

Hermanos de Adriano González León







Hermanos

Adriano González León *

Diciembre se instalaba dulcemente en la casa. Entraba a soplos, con pájaros y recuerdos. Hacía brillo en los rincones. Se encaramaba sobre algunas cajas. Se sostenía con lazos y alfileres, sedalina y carretel. Desde el cielorraso, bajaba con los rebaños, traían la cara de Dios, varios ramajes, muros torres y campanarios y jinetes y ríos donde animales fabulosos venían a beber. Así eran –eran mejor- los mensajes de la humedad en el techo. Tendidos boca arriba, imaginábamos, construíamos fuentes, ciudades, caminos caravanas, leños encendidos, planetas. Afuera en los patios, también estaba diciembre depositándose en los huequitos del naranjo, muy cerca de la astromelia, gusano a gusano y cerbatana a cerbatana, por entre el campo de pensamientos, encima del tronco viejo, a través del mensaje secreto de las hormigas: besos y choques en doble hilera mientras el olor del musgo… mientras la hojas… mientras esa flor venida de muy lejos daba su vuelta en el corredor… mientras el humo anunciaba alguna cosa de jinetes… mientras las campanas llegaban por la claraboya vestidas de cal… mientras llegaban los primos esperados… mientras tanto…
   Nos congregábamos, hermanos para mirar hacer mezcla. El maestro Floirán era perito en la alquimia del cemento y la arena. Pero sufríamos mucho cuando la pala entraba inclemente sobre el montón y el agua se podría derramar. Diciembre venía con los arreglos, el olor a pintura, el desyerbe. Asunto de empacar y desempacar, empresa jubilosa que reunía los diversos oficios: pintar papeles, desenredar hilos, juntar condimentos, cortar hojas, levantar cerros, desempolvar pastores, inventar lagos con espejos y luces porque en el último mes queríamos apresar la eternidad, y sin saberlo, todos esos afanes afirmaban la vida.
   Hermanos,  ya hace muchos diciembres que no hemos vuelto a imaginar ríos, y los animales se han ido borrando en todos los cielorrasos de nuestras casas dispersas. Hermanos, hace muchos diciembres que ni siquiera hablamos. Es triste inventar un pesebre en este rincón frío y sin gracia, en esta sala muda de duendes y canciones… Aprecia el desconsuelo cuando uno, solitario, levanta un globo de color para colgarlo en el pino y termina quedándose sin pino ni luces ni campos ni anime ni aserrín.
   Hermanos, diciembre era una música. Encendida en las bengalas de Cira. Coloreada en las telas de Marina. Anuncio de fragancias misteriosas en ramo de pascuas que una vez trajo Gonzalo del cerro. El ruido, las distancias, la tromba. Los silencios, han ido cortado aquella música se me ha ocurrido juntar algunos lápices. Y en este pedazo de cartón anoto, con matices sombras y caminos, resplandores y nostalgia. En un campo, próximo al portal, he dibujado, con gran torpeza, algunas ovejas que más bien parecen gatos. En esa meseta deberían colocarse las casas de cartón, los corrales, una mujer lavando y un viejo picando un palo. No… las aceras no me quedan… es difícil marcar la arena y las piedras humildes… sobre todo la estrella no me sale…
   Hermanos, aprendimos que los cielos de diciembre eran múltiples y distantes. En algunas partes cae ola nieve y en otras la luz en un hechizo. Diciembre se multiplica en sueños y sabores y lágrimas. Preparémonos, hermanos. Traigamos los coletos olvidados, las lunas de papel, el agua del espejo, los milagros del pozo, los astros plateados, los cohetes sonoros. Hermanos, diciembre es infinito. Diciembre puede volver a comenzar.


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Adriano González León 
(Valera 1931 - Caracas 2008)



* Adriano González León " (Valera14 de noviembre de 1931 - Caracas12 de enero de 2008) fue un escritor y poetavenezolano, conocido por sus cuentos y novelas, especialmente País Portátil (1968). Estudió en la Universidad Central de Venezuela en Caracas y ejerció labores de docente y diplomático. Comprometido con la política, luchó en los años 1950contra de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y apoyó los ideales revolucionarios en los años 1960 como editor de la revista Sardio.
A los quince años de edad, fue corresponsal del diario El Nacional en la zona andina y a los 24, ya graduado de abogado en la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde además fue profesor de literatura, fundó con Guillermo SucreEdmundo ArayRodolfo IzaguirreEfraín Hurtado y otros el grupo Sardio, que editó una revista del mismo nombre que difundía escritores de todo origen y de gran compromiso político.
Fue un activo luchador de izquierda contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en los años 50. Más tarde colaboraría con revistas como Letra Roja y El Techo de la BallenaEl Nacional también le dio el premio del Concurso Anual de Cuentos de 1956 por «El lago».
Sus primeras incursiones en la literatura fueron como cuentista, con las obras Las hogueras más altas (Buenos Aires, Goyanarte, 1959; Premio Municipal de Prosa 1958),Asfalto-Infierno y otros relatos demoníacos (El Techo de la Ballena, Caracas, 1963) y Hombre que daba sed (Jorge Álvarez, Buenos Aires, 1967), donde describía ambientes urbanos y campesinos sombríos y dramáticos.
Además publicó Damas (1979), De ramas y secretos (poesía; Rayuela, Caracas, 1980), El libro de las escrituras (serigrafías de Marco Miliani; Ediciones de Galería Durban-Arte Dos, Caracas-Bogotá, 1982), Solosolo (1985), Linaje de árboles (Planeta, Caracas, 1988), Del rayo y de la lluvia (crónicas poemáticas; Contexto Audiovisual-Pomaire, Caracas, 1991), Viejo (Alfaguara, 1995), El viejo y los leones (cuento para niños; Rayuela, 1996), Hueso de mis huesos (poesía; ilustraciones de Manuel Quintana Castillo; Rayuela, Caracas, 1997) y Viento blanco (Rayuela, Caracas, 2001), así como la antología de sus relatos, Todos los cuentos más Uno (Alfaguara, 1998). En 1978 había obtenido el Premio Nacional de Literatura y en 2003 el doctorado honoris causa de la Universidad Católica Cecilio Acosta (Única), de Maracaibo.
En los años ‘60 es designado primer secretario de la Embajada de Venezuela en la República Argentina. De vuelta a Venezuela trabajará como profesor de la Facultad de Economía de la UCV. Durante quince años mantendrá en el canal del Estado venezolano Televisora Nacional (canal 5) el programa Contratema, sobre literatura.
En 1968 obtiene el premio Biblioteca Breve por la novela País portátil, que narra la épica historia de la familia trujillana Barazarte a través de los recuerdos y vivencias del último de sus hijos, Andrés. La obra fue llevada al cine en 1979 por los realizadores venezolanos Iván Feo y Antonio Llerandi.
En 1986, en el rol de Tio Pancho y junto a María Alejandra Martín, actuó en la película venezolana Ifigenia.
A mediados de los ‘90 retornará al servicio diplomático como agregado cultural de Venezuela en España, país en el que volvería a la televisión, como colaborador y frecuente presentador del espacio Taller Abierto de la Televisión Educativa Iberoamericana.
En los últimos años había retomado su columna semanal en El Nacional, bajo el título «Duende y Espejo», y fue uno de los impulsores de la iniciativa «Escribas», en la que dirigió cátedras literarias junto a otros destacados autores venezolanos.
Como un homenaje a su obra y a lo que representa en el universo literario venezolano, el PEN de Venezuela creó en 2004, conjuntamente con otras organizaciones, el premioBienal Adriano González León, con el propósito de difundir la obra de los novelistas venezolanos. El galardón fue obtenido en 2004 por Milton Quero Arévalo, en 2006 porHéctor Bujanda y en 2008 por Gustavo Valle." **

** Texto tomado de Dr Wiki



1 comentario:

  1. Me gustan estos escritos del devenir de una familia, que son de muchas familias cuando las conoces y cuando no, que son también las de nuestras familias de todas las familias

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